quarta-feira, 31 de agosto de 2011

Lo que el poeta siente



(Posfácio do livro Inquietudes de Horas e Flores, de Marcos Freitas, a ser lançado na 21ª edição do Sarau Videoliteromusical Poemação)

¿Será que eso solamente le importa a quien escribe? ¿Será que nadie acude a la percepción poética del autor? ¿A sus versos inflamados, pasionales, libres?
Me preguntaba esto mientras leía la versión castellana de los poemas de Marcos Freitas, quien presenta un trabajo de alta jerarquía en versos simples y graves.

Es precisamente él mismo, quien se cuestiona: “casi nunca/sé lo que eres./casi nunca/sé lo que somos”, abriendo paso a una perceptible duda existencial, que además se nutre también de su propia juventud ansiosa y cuestionadora: “Entender de la palabra apenas una faz secreta…hasta cuando al fin calla” Es el secreto a voces que el poeta intenta revelar, muchas veces maldiciendo su suerte, pero tratando siempre de golpear donde más duele y de alguna forma llegar a alguien. Porque sin ese alguien no existe la posibilidad de que la poesía exista. Generalmente nos cuestionan a los poetas la oscuridad de nuestros textos y sobre esto se ha dicho tanto y con tanta frecuencia, que es casi redundante aclarar que la palabra poética nace en un sitio diferente, no se puede leer como una carta. La palabra poética se escurre entre los sueños, al decir del poeta: “unos dicen que los sueños deben ser vividos/otros que deben ser divididos/otro que los sueños, sueños son” –en versos de Calderón de la Barca- ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño…

Sin embargo la concepción de Marcos sobre el poeta se sintetiza en una definición bien elocuente, cuando dice: “El poeta es un cretino/que ama sin destino”. Si vamos a la definición etimológica de Wikipedia, por ejemplo, un cretino es una persona de poca inteligencia o estúpida. ¿Podemos creer realmente que Freitas se considera a sí mismo y a sus congéneres, cretinos y por otra parte, que aman sin destino? Podría ser si se lee por ejemplo el poema Cuadro, en que el poeta quisiera describir a una mujer en colores, poniendo en lugar de sus senos trazos rápidos y que además adoraría borrar todo ese cuadro con un chorro de tinta. Pero sin embargo en su juego poético normaliza su verbo dejándonos saber que: “tu ausencia/ gran vacío/apenas/ramas de árboles/se balancean/frente a mi ventana”.

De todo ese valeroso enfrentamiento consigo mismo, con sus moléculas cerebrales y con sus células sensitivas, descubrimos un ser que sabe que la vida fluye, que el tiempo pasa, que desconoce quién los va a medir o a apagar (terminar), que desconoce además si va a salir ileso del batir del corazón de su amada y que intenta reciclarse a tiempo, usando sus poemas: “mis versos: cartones sucios de envoltorios viejos/mis rimas: latas de cervezas aplastadas con los pies.”

En definitiva son Inquietudes de horas y flores en tinta de un poeta joven, que desde un cerrado de concreto, respirando un clima árido, pinta con sangre los precipicios de sus actos y sabe muy bien el sabor de sus momentos, mientras roe ruidosamente sus líneas inéditas.

Roberto Bianchi, Uruguay.

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